junio 02, 2012
Sepa ud mi Nastenka que no son estas las
palabras de quien abandonó, que no le habla aquel que supo amar, que escucha ud
a un hombre nuevo y mejorado por el aura divino que la rodea y llena de gracia,
que ya no la ve rosa sino blanca y que hoy la siente más suya que cuando la
tuvo, a pesar de la distancia y del desprecio, porque hoy este hombre la
entiende, porque hoy este miserable ser que a hecho de las sombras su morada,
la conoce por completo, porque el tiempo y la soledad le han obsequiado con la
perspectiva, aquella que perdió hace tiempo en la nube de la desesperación, y
es ese regalo el que lo ha llenado de sabiduría y lo ha sumido en el
arrepentimiento y no hay dolor más grande que una mujer pueda causar mi querida
Nastenka, que condenar a un hombre a la agonía del eterno arrepentimiento, sepa
eso ud. Y son mis nervios los que delatan la honestidad de mis sentimientos, si
cuando estoy a su lado me siento un pequeño cervatillo recién llegado al mundo,
en una fría mañana de otoño, rodeado de lobos ávidos de carne, si cuando estoy
a su lado temo por mi salud al escuchar con más fuerza los latidos de mi
corazón que la calidez de su tierna voz. Ah pequeña mía, si supiera que mi vida
solo se conduce por los blancos rieles que deja la suya, que mis ojos discuten
con mi mente al no creer lo que ven cuando baña ud con su presencia mi mirada,
persuadidos por mi corazón, que están frente a la mujer ideal. Pero heme
aquí, lleno de sentimientos y comprensión, arrastrándome en la oscura soledad,
triste cada día de que no sea el siguiente, donde reside por siempre la
esperanza, que se burla de de mi como un tren que ya partió y no se puede
alcanzar pero se ve cercano y lento. He de sufrir así? He de vivir en el
recuerdo? Atrapado como un viejo prisionero en la injusta cárcel de mi memoria
donde mi alma envejece cada día mil años?
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