Breve relato sin un comienzo o un fin bien definidos.
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Me despierto, abro los ojos y el dolor aturde mi cabeza, un grito de desesperación acompaña el torpe e inútil movimiento de mis manos hacia la mesa de luz, golpeo un vaso de agua que sobre ella estaba, estalla en el piso y el sonido hace eco resonante en las paredes de mi cráneo. Palpo mi nuca y ahí está y recuerdo y entiendo arrepentido. Me levanto y al hacerlo sin darme cuenta someto los vidrios al peso de mi existencia, siento del descontrol nervioso en todo mi cuerpo causado por el dolor y salto a la cama nuevamente. Suena el teléfono, lo odio, y se atiende, la imagen del doctor en el aire frente a mi rostro “estas bien?” creo escuchar y corto la llamada conteniendo una ira culposa entre mis dientes. Algo cambió en mi, o todo, ya no soy el mismo q alguna vez no recuerdo ser. Tomo la almohada y barro los fragmentos de vidrio en el suelo, vuelvo a levantarme y de a saltos en un pierna me dirijo al baño, a mitad de camino me detengo y planto mi herido pie contra el piso de la cocina con estupida y conciente brusquedad, siento el dolor y lo acepto, me tomo la cabeza con una mano, un millón de excusas, explicaciones y reproches me absorben en un instante, sigo saltando en un pie hacia el baño, al llegar abro el agua fría de la bañera y me siento en el inodoro junto a ella. Meto el miembro ensangrentado y veo el agua enrojecerse lentamente, esa imagen, esa imagen, no puedo escapar, el sonido desaparece y junto con él el mundo y yo mismo, sólo queda mi conciencia y la imagen ralentizada de la sangre invadiendo la cristalinidad del agua, avanzando inocente pero decididamente, ocupando cada espacio, como un humo material, pasan horas, días, o tal vez segundos y de repente vuelve el sonido del agua contra el agua, chisporroteando, desde una gravedad retumbante hasta la claridad sonora de la realidad y el teléfono vuelve a sonar, nuevamente me invade la cólera, me respaldo y hecho la cabeza hacia atrás. En perfecta sincronización las lágrimas brotan silenciosas de mis ojos, recorriendo cada una el mismo camino q la anterior, marcando mis mejillas como si fueran fuego, cierro los ojos y ellas siguen naciendo para conocerse bajo mi mentón. La congoja redime mi conciencia de manera efímera, llena de hipocresía y me odio. El maldito teléfono sigue sonando, camino hacía él ignorando mis heridas con deseos de destrozarlo intentando aliviar mis sentimientos, pero la llamada se corta antes de acercarme lo suficiente. Y me encuentro de nuevo en el medio de la cocina, miro hacia abajo y una huella escarlata me quiebra internamente. Arrepentimiento, inútil y culposo arrepentimiento, el desconsuelo es tan grande que el alma me abandona, me dejo caer de rodillas y vuelve el frío a las mejillas, pero esta vez no hay redención, son sinceras. Pasan unos minutos o tal vez no, me seco la cara respiro profundo como intentando sobreponerme a una situación que yo mismo cause y de la que hasta ese momento no veía salida, vuelvo a palpar mi nuca, esta vez con mas detenimiento, y ahí está, frío, metálico e invasor. Reflexiono unos instantes sin pensar en nada, me levanto y abro las persianas, la luz del día penetra mis pupilas como un láser sagrado e infinito y un pitido acústico invade mi cerebro y es todo lo q escucho, hasta q lentamente desaparece. De repente una enfermiza y asfixiante ansiedad sensorial me llena, es el tacto, mis dedos me llaman, mis labios también, necesito apagar el incendio desesperante dentro mío con la suavidad comprendida por el tacto y no encuentro nada, busco en el piso la alfombra, pero es áspera y solo me frustra más, hasta q sin quererlo con las manos aún en el suelo me topo nuevamente con mi huella escarlata que ya coagulada se vuelve vinílica y suave al tacto, enseguida la ansiedad desaparece. El equilibrio interno parece nunca llegar. Siempre creí que éramos prisioneros de nuestra mente y que esa era la realidad más cruel, una cárcel de la que no podemos escapar. Flashes de mi pasado, entiendo la decisión. Intento tranquilizarme y mantener esa sensación de auto comprensión y maravillosamente lo logro y no solo eso, también entiendo que di el primer paso hacia la libertad, aceptando la realidad, aceptándome a mi mismo.